miércoles, 20 de julio de 2011

El precio del sensacionalismo

El Caso Murdoch  va más allá de lo que yo misma señalo en la cabecera de este blog: “espectacularización, rumores, escasa veracidad en las informaciones…”.  Aquí no hablamos sólo de rumores, sino de interceptación de líneas telefónicas con el fin de obtener la exclusiva a la que se supone todo medio de comunicación aspira, aunque esta última apreciación habría que matizarla, porque me pregunto qué grado de interés general tiene interceptar el teléfono de una menor desaparecida y asesinada y de cuánta relevancia pueden gozar las informaciones obtenidas con semejantes estrategias periodísticas. Tampoco creo que pinchar el teléfono de las víctimas de los atentados terroristas del 7 J arrojara mucha luz al caso.
Esta es una cuestión de abandono total de la ética periodística y de un paseo directo a la espectacularización y el amarillismo más detestable. Y lo que es aún más nauseabundo, con la connivencia de los poderes políticos y policiales, que dotan a este caso de unas connotaciones corruptas que no trataré.
Afortunadamente la prensa española no parece estar tan próxima a este grado de amarillismo, pero no es recomendable comparase con los peores. En España también hemos rozado el sensacionalismo más deplorable, por ejemplo con  las series de televisión en las que Telecinco  ha reconstruido los atentados del 11 M de Madrid o el trágico accidente aéreo de Spanair de 2008. También otras prácticas de dudoso carácter ético han rayado en más de una ocasión las cotas más altas del sensacionalismo en nuestra televisión. Una vez más Telecinco sirve para ilustrarnos, recordemos la entrevista de la reportera del programa AR de Ana Rosa Quintana en el que forzaba la confesión de la mujer de Santiago del Valle, condenado por la muerte de Mari Luz, la niña que murió en Huelva en el año 2008.

Insisto en que a pesar de que nos lamentamos continuamente de la espectacularización a la que es sometida en numerosas ocasiones la información que ocupa nuestras portadas y programas de televisión, nuestra prensa goza de una buena salud y grandes profesionales del periodismo que hacen de ésta una profesión digna y honorable. Eso sí, no hay que relajarse ni compararse con los peores. 
 

viernes, 1 de julio de 2011

Hay Licenciatura de Periodismo más allá de la Imprenta

Después de tres duras semanas de exámenes, llevo días obsesionada con la idea de que en estos primeros años de carrera hemos dedicado una especial atención a cuestiones como la Imprenta de Gutenberg o el proceso de comunicación con su paradigma de Lasswell incluido. Es una impresión que he compartido con muchos de mis compañeros. Sin duda nadie puede terminar esta carrera sin tener al menos una idea sobre el desarrollo de la imprenta y su repercusión histórica, o cuáles son los principales elementos de la comunicación –aquello del emisor, receptor, mensaje, canal, etcétera-  . Y no está mal, además de ser cultura general, también explica el origen de la profesión y su evolución histórica. Imprescindible, no pretendo discutirlo ni despreciarlo. Pero, ¿no bastaría con una sola asignatura para explicar estos conceptos? El tiempo es oro, y otras materias y cuestiones de vital importancia pasan desapercibidas. Por ejemplo, la práctica en redacción es escasa, habilidad que debe entrenarse y corregirse de forma constante y que sin embargo no se hace. Por no hablar de prácticas en radio o televisión, otra de las opciones a las que aspira un estudiante de periodismo y con la que debiéramos estar familiarizados. Estos dos últimos aspectos deben ser la constante en las aulas de periodismo, y no la Imprenta de Gutenberg o el paradigma de Lasswell.
Los programas de las asignaturas repiten conceptos e ideas una y otra vez, y si bien todas las materias están relacionadas inevitablemente, creo que hay Licenciatura de Periodismo más allá de la imprenta.