viernes, 25 de noviembre de 2011

Las marcas se lavan la cara con La Noria

Me pregunto en qué pensaban las empresas anunciantes cuando en el programa de Ana Rosa Quintana, una reportera oprimía hasta la náusea a la mujer de Santiago del Valle, condenado por matar a Mari Luz Cortés, o en qué pensaban cuando imputados por el Caso Malaya aparecían en múltiples programas de cotilleos en diversas cadenas y cobrando cantidades ingentes de dinero, o qué piensan de que el programa “Espejo público” nos despierte todas las mañanas con sucesos espeluznantes contados con todo lujo de detalles, o de los programas que en la franja horaria de tarde nos hablan de infidelidades, traiciones familiares, tetas y culos.    
La retirada masiva de los anunciantes de La Noria de Telecinco por emitir la entrevista a la madre de El Cuco, el menor implicado en el Caso de Marta del Castillo, casi nos convence de la enorme categoría moral de estas empresas. La desbandada de los anunciantes surge como respuesta a la carta emitida por el periodista Pablo Herreros en la que decía lo siguiente: "Que el familiar de un delincuente gane dinero en televisión a costa del delito perpetrado es una de las perversiones de valores más indeseables para nuestra sociedad". También la presión de los usuarios de redes sociales alentó la retirada de la publicidad en La Noria.
Es cierto que hemos alcanzado un elevado grado de tolerancia en cuanto a contenidos televisivos se refiere. Las cadenas ingresan millones cuando desde nuestros hogares nos sentamos frente al televisor y concedemos la máxima de share a un programa u otro. Julián Muñoz cotizaba más cuando ya estaba imputado en el Caso Malaya y concedía cotas elevadísimas de audiencia a los programas donde aparecía. Como El Cuco, el ex alcalde de Marbella era ya sospechoso de cometer varios delitos y ya estaba condenado por otros contra la ordenación del territorio, pero ahí estaban todos los anunciantes, aprovechando el tirón de la elevada audiencia. ¿No es eso una perversión de los valores más indeseables para nuestra sociedad?, ¿No lo es que las grandes corporaciones emitan su publicidad en espacios donde se extraen hasta la arcada los detalles innecesarios y sobrantes de sucesos espeluznantes?, ¿por qué no se cuestionaron su presencia en el programa de Ana Rosa Quintana cuando exprimieron a la mujer de Santiago del Valle con técnicas más que dudosas? ¿por qué no lo han hecho ni lo hacen con otras tantas emisiones de precaria categoría moral?
Después de lo sucedido con La Noria, que más bien parece un lavado de cara de las marcas, no parece resolver la duda sobre el nivel ético de los anunciantes, lo que sí está claro es el enorme poder que concentran. Faltaría evaluar en qué medida influyen en los contenidos mediáticos.