sábado, 8 de septiembre de 2012

Malditos micrófonos indiscretos



Micrófonos. Los hay de condensador, de bobina móvil, de cristal, de pie, de mesa, de jirafa, de mano, de todo tipo y con distinta funcionalidad, y todos ellos son indiscretos. “Manda huevos” que a estas alturas Esperanza Aguirre todavía no se haya enterado. 

Muchas de las “pilladas” de nuestros políticos quedan en lo meramente anecdótico, como el famoso “vaya coñazo he soltado” del ex presidente Aznar en un discurso ante el Parlamento Europeo. Otras, pueden llegar a comprometer seriamente los intereses de un partido o de un presidente. Es lo que le pasó a Barak Obama en un encuentro bilateral celebrado en la cumbre nuclear en Seúl con su entonces homólogo Dimitri Medvédev, en marzo de este año. En esa ocasión, los micrófonos pudieron captar cómo, off the record, el presidente norteamericano pedía un aplazamiento en la discusión sobre el escudo antimisiles que EEUU está instalando en Europa. “Todos estos asuntos, pero en especial la defensa antimisiles, pueden resolverse, pero es importante que [Vladimir Putin] me dé espacio”, decía Obama, “Tras mi reelección tendré más flexibilidad”, prometía. Este incidente le costó al presidente norteamericano un buen dolor de cabeza, extender sus explicaciones acerca de su política en materia antinuclear y soportar las duras críticas del partido republicano, que acusó a Obama de anteponer los intereses electoralistas por encima de los de la nación, que no es poco.


Otros micrófonos indiscretos son reveladores. Descubren la verdadera naturaleza del personaje más allá de sus últimas acciones de gobierno o declaraciones oficiales, nos permiten conocer su auténtica personalidad. Este es el caso de Esperanza Aguirre, que a pesar de sus años de experiencia ante las cámaras, primero como ministra de Cultura con el gobierno de Aznar y desde el año 2003 como presidenta de la Comunidad de Madrid, parece no haber comprendido lo traicioneros que pueden ser los micrófonos. Es verdad que la Esperanza “oficial” no se caracteriza por la expresión diplomática. Todos sabemos que Aguirre está hecha de todo menos de sutileza. Ha cargado abiertamente contra el Tribunal Constitucional, sugiriendo que debía suprimirse; contra los profesores interinos, de quienes dijo que ocupaban su puesto “escogidos a dedo” y contra los subsidios, subvenciones y otras “mamandurrias”, por exponer aquí algunos ejemplos. Está claro que su retrato oficial no está dotado precisamente de sensibilidad.

Más allá de estos episodios oficiales, Aguirre se ha convertido en la presa perfecta de los micrófonos indiscretos, y nos ha descubierto que no sólo no está hecha de sutileza, sino que está cargada de dudosos deseos y bajas intenciones. "Hemos tenido la inmensa suerte de darle un puesto a IU quitándoselo al 'hijoputa'", dijo en una conversación privada captada por unos micrófonos de Cadena Ser con su vicepresidente,Ignacio González, al respecto de la configuración del Consejo de Control de Caja Madrid. La prensa pronto relacionó al “hijoputa”  con Alberto Ruiz Gallardón, pero Aguirre supo salir del paso indicando que no se había referido al ex alcalde de Madrid, sino a otra persona cuyo nombre no recordaba y del que aseguró que “era un santo y su madre también”. Asunto zanjado. El “hijoputa” era un completo desconocido al que a nadie le importa.

La última de la presidenta es reciente y desvela, por un lado su naturaleza contradictoria y por otro, su relación con otros hijoputas: los arquitectos. A éstos, según Aguirre, “habría que matarlos” porque “suscrímenes perduran más allá de sus propias vidas”, y es por esto que, siempre según la lideresa, debiera aprobarse la pena de muerte. De todos los argumentos favorables a la pena capital, no puede negarse que este es el más  ingenioso. Sin embargo, no deja de resultar paradójico, porque días antes, ella misma había sido blanco de tan buenos deseos en la inauguración del curso académico universitario 2012/2013  al que acudió. Allí fue recibida por un público que coreó insistentemente “Esperanza, muérete” y exhibió una pancarta que dejaba leer “Políticos a la hoguera”. Rápidamente Aguirre definió estas consignas como un “lenguaje criminal”, y como tal debe ser considerado “un delito”.  Por ello instó a la fiscalía a tomar medidas oportunas para perseguir a los autores de tan delictivas expresiones. Coincido con la presidenta: Emplear este tipo de lenguaje “en un régimen democrático como el español es intolerable. En regímenes totalitarios y genocidas, que puede que a algunos les guste, pues muy bien que lo toleren, pero en la democracia española las amenazas de muerte a nadie se les puede consentir".

A todos los aquí nombrados seguramente Andrea Fabra les hubiera dedicado un “que se jodan”. Pero conviene extraer una lección más clara. Sea cual sea el tipo de micrófono, allá donde los haya, siempre habrá uno indiscreto.